Parada frente al mar, Carola entrecierra los ojos y conecta con el entorno. Demora unos segundos, calibra todos sus sentidos para que sus palabras sean los más fieles posibles a sus sentimientos: “El mar es mi lugar en el mundo. Para mi es paz, es calma. Es una forma de vida”, resume.
De esta pasión nació A-Mar. Un emprendimiento que, como muchos otros, comenzó con una propuesta: ¿te animás a cocinar algas para un taller? Le dijo al pasar, la bióloga Carolina Pantano años atrás.
“Le dije que sí. Sin darse cuenta, con esa pregunta me llevó directamente a una época feliz de mi niñez. Me empezaron a llegar recuerdos, vivencias y todo se conectó entre el amor y la nostalgia. Fue mágico”, recordó Carola.
De aquí a esta parte, la emprendedora camaronense trabajó para darle forma a sus pasiones y ofrecer algo distinto. No solo una comida rica, diferente, sino una experiencia completa, utilizando todos los recursos que el entorno le concede.
Carola vive literalmente a los pies del océano. El patio trasero de su casa da directamente al mar. Una puerta de madera conduce a un alero donde, si el clima lo permite, monta una mesa para recibir a los comensales. A metros de esa escena, está el mar, cuyas vibraciones musicalizan el almuerzo con un ritmo sincopado.
“La idea es que la gente no solo venga a comer, sino también a disfrutar. Del mar, un atardecer, una historia. Además, si la marea lo permite los llevo a recolectar algas y les explico lo que sé”, detalla Puracchio. “Es una experiencia muy personalizada”, con todos los sentidos de la Patagonia chubutense.
Carola cosecha tres tipos de algas: ulvas, luches y undarias. Si bien son la columna vertebral de sus preparaciones también utiliza otros productos para reforzar la experiencia. Los pescados y mariscos que consigue a través de los pescadores artesanales de Camarones amplían y elevan la oferta. Pero también las verduras tradicionales son materia prima clave para su cocina.
Siendo Camarones un pueblo costero, empotrado en la bastedad patagónica, la adversidad del clima y la aridez del suelo hacen que sea difícil conseguir verduras frescas. No obstante, durante la pandemia, surgió el proyecto C.H.I.S.P.A, una huerta agroecológica que le cambió la dinámica de alimentación a la localidad.


Las algas recolectadas directamente desde la costa, junto con las verduras y los pescados provistos por los locales, hacen que los platos de Carola contengan toda la esencia de Camarones, de la Patagonia misma. “Hasta la sal es nuestra”, advierte Carola. Y si, utiliza sal marina proveniente de Bahía Arredondo, ubicada al sur de la localidad, sobre el mismo cordón costero de la Ruta Azul.
Visitar a Carola y al pueblo de Camarones, es una experiencia en sí misma. Una forma de dejarse atravesar por la esencia misma de una pasión y de un lugar que tiene ese atributo especial que conecta a las personas con la naturaleza.
Entre las preparaciones hay de todo, la carta es amplia y particular: “Lo que más piden es la picada de mar, que tiene un surtido de algas, pescados y mariscos”, destacó Carola, y agregó: “Además tenemos sorrentinos con masa de algas y relleno de calabaza y nuez, en crema de calafate, y platos variados con pescados de la zona”. Pero la carta puede variar en virtud que “las materias primas dependen de la pesca, ya que trabajamos con pescado fresco”.
También fabrica productos para que los visitantes puedan llevarse una parte de la esencia de Camarones, “entre los productos para llevar tenemos escamas de algas, sal marina, escabeche de algas y pickles de salicornia”.
Contacto con A-Mar: para vivir la experiencia junto a Carola se debe realizar una reserva previa con, al menos, 3 días de anticipación, a través de su IG: @amar.algas o vía Whatsapp: 280-4646365.